#nº24. Perderme y encontrarme | La Bitácora🪞
Cómo la marca personal agrandó a mi ego personaje y me desconecto de mi misma.
No sabia que escribir, solo puse mis dedos en el teclado y las palabras brotaron solas, fluidas, largas y tendidas 😂. Esto quiero que sea esta Bitácora, una escritura que viene de una conexión profunda conmigo, una que solo nace. No sabía que saldría en un principio y terminé escribiendo de mi, de mi proceso de perderme y encontrarme…
🪔 Desde mi rincón, al mundo…
Este espacio de Bitácora es el más vulnerable, aquí intento escribir desde mis entrañas, sin filtrarme, sin edulcorar mis palabras…
Este es uno de los compromisos que adopte conmigo en este 2025, empezar a escribir tal como siento y pienso, aún cuando pueda ser controversial, incomodo e incluso contradictorio.
No quiero buscar la perfección. Sé que no existe.
No quiero gustar a todos, es imposible.
Como leí una vez “si tengo que fallar a alguien, que no sea a mi” (ni a mi yo superior), ya no más.
Uno de los temas transversales en mi vida es el NO CALLAR, o más bien, dejar de usar el encajar como mecanismo de defensa o protección.
Siendo niña logré desarrollar la habilidad de adaptación, tantos cambios de lugar, de personas a mi alrededor, de entornos… Hizo que fuese cada vez más fácil para mi adaptarme a las diferentes familias y hogares, a los diferentes espacios y entornos; de hecho me encantaba 🥰, era como una constante aventura, sentía que todos se peleaban por estar conmigo (la imaginación en su máxima expresión) y por eso tanto cambio. Yo me veía como la princesa de cada hogar, por que de hecho así me trataban en muchos de ellos.
Mi infancia fue feliz.
Así la recuerdo. Hasta que una psicóloga me dijo una vez “Tu infancia no fue feliz, lo fue la fantasía que creaste en tu mente” -¡Qué mierda!. Pensé.
Por mucho tiempo me pelee con esa idea. Esa psicóloga me hizo ver que la realidad era lo contrarío: ninguna de esas familias me podía tener o elegía tenerme por más de x tiempo. ¡Vaya mierda de descubrimiento! Recuerdo salir de esa primera sesión y no volver nunca más, de hecho, por muchos años renegaba de ir al psicólogo, porque salí de ahí peor de lo que estaba y contándome una historia de mi niñez que no me ayudaba para nada.
Hasta que yo misma tomé la decisión de quedarme con la historia que recuerdo. La que sí me suma. Fui feliz y muy bien tratada en cada uno de esos lugares. De hecho guardo muchas anécdotas que me reconfortan y que me apapachan el alma.
Sin embargo, una crece y no puedo decir lo mismo de mi adolescencia.
Mi adolescencia fue una mierda (disculpa la repetición de esta palabra, pero es que no encuentro una mejor y menos mal sonada).
Cuando jugaba a adaptarme y ser la princesa de cada hogar, siendo niña, no sentía que tuviese que cambiar como era yo para que me aceptaran, solo se sentía como si viajara a lugares de diferentes culturas y tuviese que aprender a entenderlas, respetarlas y de alguna forma adaptarme a las nuevas formas de vivir, relacionarse, estar…
¡Camaleónica total! Pero en esencia me sentía la misma. Igual de alegre, dicharachera, preguntona, ocurrente, atrevida y muy curiosa; no recuerdo tener que pensar “tengo que comportarme de determinada manera para encajar o gustar”🧐 .
Sin embargo, llegó un momento de mi vida en el que sí cambiaba de país y de cultura; dónde adaptarme ya no supuso conocer y fusionarme (siendo yo misma) con la nueva forma de vivir… En esta ocasión si tuve que cambiar quien era yo.
Tenía 11 años. Llegaba a un país nuevo, lejos de todo lo conocido.
Desde el primer día, con los primeros encuentros ¡Lo noté! No era bien recibida, al menos no de la manera en que me estaba presentando: demasiado chillona, demasiado alegre, demasiado preguntona, demasiado entusiasta…
Sin darme cuenta, desde ese primer día me fui apagando y regulando. Empecé a pensar antes de hablar, antes de actuar, a ser más observadora y a adoptar formas de ser más parecidas a las que veía. No fue algo consciente, sino puro mecanismo de supervivencia.
Encajar se volvió mi nueva habilidad, tanto que en pocos años y después de tanta burla constante, terminé perdiendo mi acento, mi voz... También empecé a relativizar todo lo que me hacían con un “no es para tanto” “así hablan aquí” “es una broma”, etc.
Pasé de ser la chica alegre, curiosa, habladora… a ser más callada, observadora, complaciente y que hablaba lo necesario, nada más.
Eso sí. Recuerdo claro como de vez en cuando salía de mi una leona que rugía tan alto y tan claro que hacía que me vieran como “Ojo con Roi que si le tocas mucho la moral no se anda con chiquitas”. Era mi forma de poner límites; alzar la voz, decir las cosas a la cara. Pero eso no gustaba, me traía consecuencias duras para una adolescente que solo quería disfrutar esa etapa y no ser minguneada o no tener más problemas de los que ya tenía.
En esos momentos nada era seguro. Ni mi casa (esto es otro tema), ni el mundo.
Te cuento esto, porque esa etapa se clavo en mi profundamente y ha sido un ancla en mi vida, en el cual trabajo día a día. Uno que me ha hecho ponerme muchas capas, muchos disfraces y mascaras para pasar desapercibida y así no sufrir tanto (cosa que es mentira, pero mi ego ahí tomo todo el control).
Siendo adulta, esa complacencia, ese callar, ese intentar gustar a todos para no tener conflictos me pasó factura, obviamente. Relaciones tóxicas, amigas que realmente no lo eran, baja autoestima, confusión interna sobre quién soy, miedo a alzar mi voz… Y esto se reflejó durante muchos años en mi recorrido profesional.
En mi vive una divergente, una mujer que piensa de forma nada convencional, la veo constantemente, siento como quiere salir y decir muchas cosas, a veces se me hace un nudo en la garganta por guardarlas, otras veces he llegado a perder la voz -literalmente- por no permitirme hablar con libertad.
Porque esta divergente convive con una parte de mi muy tradicional, que quiere ser “correcta”, seguir el deber ser y hacer las cosas como se espera de mi, es mi yo complaciente la que no quiere problemas, la que quiere pasar desapercibida y no molestar. Es mi yo ego que quiere encajar en el sistema.
¿Te pasa algo parecido?
Mi adolescencia no me sirvió para potenciar mi personalidad más genuina. En mi caso, fue un momento en el que el ego-personaje se vino arriba, tomó el control y apago mi voz.
Pero de eso me vine a dar cuenta mucho más adelante. Al emprender.
Escribo y comunico desde hace años, más de una década. Tengo alma de comunicadora, pero NO me he permitido nunca hacerlo con total libertad, he omitido, suavizado, filtrado y amildonado mis palabras para no molestar.
Con mi emprendimiento digital y el desarrollo de la marca personal todo empeoró.
LA MARCA PERSONAL, MI MAYOR DESCONEXIÓN:
Cuando creas un negocio digital basado en marca personal te dicen que tienes que delimitarte, elegir lo que quieres que vean de ti y lo que no, crear una identidad que refuerce tu mensaje, que atraiga a las personas que van a comprarte y que empieces a “fingir ser ese profesional exitoso, hasta que lo consigas”.
En ese proceso de posicionar y venderte como marca, como producto, tienes que elegir muy bien las palabras, la música, el entorno; con el fin de que todo concuerde y refuerce tu atractivo comercial.
Cuando yo empecé, el desarrollar la marca personal desde quien eres ¡NO existía!, de hecho ahora medio se está abordando; pero sutilmente se sigue hablando de “Crear identidad” “encasillarte en un arquetipo principal” “limitar tu vestimenta” en definitiva construir un personaje que te represente ahí fuera.
Hablaré desde mi experiencia…
Al principio todo es genial, tienes un territorio delimitado por el cual moverte y eso aporta claridad al inicio de un emprendimiento. Pero tienes que tener los pies muy en la tierra y estar conectada con una raíces bien enraizadas para no perderte en el mundo del negocio, de las tendencias, de lo profesional y del personaje que creas.
Desde el principio desarrolle mi marca personal con el fin de no desconectarme de mi (aunque ya lo estaba y no lo sabía), siempre me he repetido “mi marca personal soy yo” pero tampoco es así.
Para empezar ¡NO SOMOS MARCAS! y mientras nos veamos como tales, nos desconectamos de lo que somos en realidad.
La marca es una creación que se desarrolla desde quienes somos, pero como no te des el permiso de impregnarla con tu verdadero ser, con tu personalidad más auténtica y de irla ajustando a medida que vas creciendo y evolucionando; terminas sobre-identificándote con el personaje, para bien y para mal.
En mi caso vi como más que expandirme, cada vez me sentía más limitada; porque me sobre-identifique con la etiqueta, el personaje que quería transmitir x cosa y me olvidé de SER simplemente, libre y abiertamente; como si SER no fuera suficiente o no sirviera para poder ser elegida, reconocida, aceptada…
Intenté muchas veces dejarme salir, pero en mi mente (recuerda que el ego estaba siempre al mando) no dejaba de escuchar:
“Cuida tus palabras”
“Cuida tu imagen”
“Todo lo que haces o dejas de hacer comunica” esto lo he repetido hasta la saciedad y lo creo, pero estaba siendo usado para limitarme y no para expandirme.
“No te metas en cosas raras y mantente al margen de polémicas” en referencia a alzar la voz por temas que me importan.
o “participa en ese tema, puede ayudarte a posicionar” aún cuando no me movía dentro nada.
Así me diluía. Así mi voz perdía constantemente fuerza.
Me sentía como esa adolescente que tiene que cuidar lo que dice y como lo dice, lo que hace y como lo hace, para no generar conflictos, rechazos, confusiones...
Observar esto fue lo que me abrió los ojos en cuanto a como mi ego y ese personaje creado para sobrevivir, encajar, gustar… Es lo que estaba controlando mi vida (sobre todo en mi área profesional) y mi puesta al servicio estaba siendo condicionado.
Nota: nada de lo que he hecho y compartido hasta ahora son cosas que no salgan de mi, solo que muchas las he amoldado para que no molesten o para encajar con ese personaje que -inconscientemente- buscaba que me representara ahí afuera. O bien con el fin de que fuese más atractiva para mi público, como si solo SER, crear y compartir no fuera suficiente.¡De hecho, eso nos hacen creer constantemente!
La verdad intenté muchas veces romper con ese molde. Con ese personaje. Pero se presentaba ante mi algún libro, contenido o formación de negocios digitales, marketing o marca personal, mentor o consultor y volvía a escuchar las mismas frases anteriores… Era un ciclo muy vicioso, como un laberinto del que no podía salir.
Romper con la etiqueta, siento que me liberó de ese “deber ser” y me abrió a la oportunidad de solo SER y es lo que me estoy permitiendo a medida que me libero de capas, de pieles, de creencias…
Hoy en día he leído y escuchado mucho el tema de posicionarte en un tema, de no filtrar tus palabras y dar opiniones potentes para ganar autoridad. Como otro “mandato” más para diferenciarte y ser reconocida… Otro condicionamiento en tu ser y hacer.
¡Basta!
Quiero jugar. Conocerme en mis diferentes facetas e intentar ser siempre yo en cada una de ellas; adaptarme a cada situación o lugar, pero no amoldarme más. No necesito encajar, pero sí quiero experimentar.
Quiero decir lo que quiera no por posicionar. No por generar controversia. No porque así gano autoridad. No porque eso me ayuda a hacer ruido y destacar sobre otros. Si no porque me nace genuinamente hablar de eso, compartir mi visión, alzar mi voz, expresarme y SER fiel a mi, a lo que creo en cada momento (aunque cambie), a mi camino y evolución; SER y construir desde ahí.
Mi misión es huir de lo que dicen que “debo ser y hacer” y conectar con lo que SOY y mi forma peculiar, única y personal de hacer. Para desde ahí compartirme.
Mi proceso de re·alineación está siendo un viaje maravilloso de reconexión conmigo, con cada cita de conexión (cita conmigo) que vengo viviendo -diario- desde hace más de 4 años, veo como me recuerdo, me entrego a la vida y al ser, me devuelvo a mi esencia…
No es un día ni dos.
Es un viaje. Cada una lo vive diferente. Pero todas vivimos algo común; este viaje es de dentro hacia fuera y pasa por algunas paradas comunes.
Darnos cuenta de que estamos desconectadas de nosotras mismas. Te das cuenta que has sido una oruga hasta ahora, pero ya no te representa, no eres eso.
Decidir hacer un viaje de vuelta, dejar de mirar fuera y empezar a mirar-te dentro. Es el momento crisálida, de conexión profunda contigo. De enraizarte.
Y una vez que te recuerdas, te reconoces a ti misma, te abrazas, amas y aceptas tal como eres; empiezas a habitarte y compartirte desde ahí ¡Despliegas las alas! y te pones al servicio tal como deseas y sientes, desde la totalidad de lo que eres.
Si ya has pasado la primera parte y quieres iniciar el viaje de vuelta a ti ¡Te invito a CRISÁLIDA! En la que el objetivo es ir recordando y conectando con tu esencia más genuina; sin prisas, sin presiones, a tu ritmo. Con citas de conexión mensuales y lecturas que activan tu sabiduría interna. Suscríbete al plan de pago y prueba.
🌷 Llévalo a tu vida…
¿Qué te ha hecho sentir esta bitácora? ¿Qué se te ha reflejado?
Sea lo que sea lo que te ha hecho sentir: incomodez, identificación, comprensión, rechazo… Está reflejándote algo y lo que me sale preguntarte ahora es:
¿Dónde te estas minimizando?
¿Estás edulcorando tus escritos o comunicación porque es “lo que debes hacer”?
¿ Tu ego-personaje te acompaña en tu camino o es el que dirige tu camino?
¿Haces para gustar o haces para conectar? ¡Es diferente!
¡Ten tu momento! Si has llegado hasta aquí es para algo. Reflexiona, encuentra el mensaje que hay para ti.
🕊️ Tesoros para el alma…
¡Haz algo que te devuelva al juego, a la creatividad más pura, a la experimentación, a eso que tanto te divertía o te gustaba de niña!
No imaginas las de veces que he dejado de lado hobbies porque “no había tiempo”, hay muchos libros buenos que leer, muchas formaciones por hacer, mucho que aprender y desde ese lugar mental, me alejaba de la parte que alimenta nuestra creatividad: el juego, la contemplación, el aburrimiento que te invita a imaginar, el no planificar y solo fluir y hacer lo que quieres y manda el cuerpo.
En estos últimos meses me estoy dando el tiempo para eso.
Vuelvo a leer novelas. Te recomiendo este libro.
He retomado hobbies que tenia olvidados. Como pintar y dibujar casi a diario.
Me he dado días de fluir y dejarme sorprender, sin horarios, sin rutinas, solo escucharme y darme lo que necesito o deseo.
He bailado y cantado como nunca. Ya lo hacía a solas, ahora me he dado la libertad de desmelenarme en público y disfrutar como una enana.
¡Elige el tuyo y comparte! Me encantará saber si esto te inspiró a hacer algo de nuevo.
😉🌀 Sigamos el viaje…
¡Gracias por llegar hasta aquí!
Déjame un 🌷 en comentarios para saber que me lees; es gratificante saber que hay personas al otro lado, aún cuando hoy escribo más para mi que para ti, la verdad. Pero igual espero que esto te guie de alguna forma a volver a tu esencia, a tu luz y a tu brillo propio.
Con amor, Roi 🤍
✴︎ Elígete, lidera desde tu esencia y crea una vida en plenitud ✴︎
Uffff!!!! Tanto que decir sobre este tema!
Sabes que me pasó algo muy similar con el mundo digital y el marketing. En un momento me sentí muy limitada y frustrada. Además mi ansiedad estaba en aumento porque sentía muy fuerte la presión x vender. Y como me frenaba en lo que quería compartir y seguía recetas “mágicas” menos lo hacía.
En ese entonces estaba en una escuela de emprendimiento femenino y entré en ese bucle de comprar cuanto curso me llamaba.
No fue hasta que dejé esa escuela, dejé de consumir libros de autoayuda y dejé las “recetas de paso a paso para crecer/ vender”, que comencé -realmente- a crecer de una forma que se sintió alineada y suave conmigo misma 🤍
Aún sigo aprendiendo, pero al menos desde un modo mucho más compasivo y de respeto conmigo y mi creatividad.
Gracias por este texto tan honesto Roinmar, yo creo que la mayoría de las emprendedoras podemos identificarnos con el ❤️🩹
Que sigas creciendo y expandiendo tu negocio con el corazón abierto y con esa voz auténtica🏹 un abrazoooo
🌷🌷🌷🌷🌷🌷Me conmovió mucho esta bitácora . Gracias por compartir tu sentir , como lo has transitado e iluminar el presente y lo que viene !